Calavera profanada

Pongamos que esos miserables intentarán vender las once piezas dentales de Paco por unos 200 euros

Pongamos que se llamaba Francisco y tenía 40 años; pongamos que era funcionario, que estaba casado y tenía dos hijos; pongamos que su dentadura le había dado muchos problemas y acababa un largo periodo de visitas a su dentista que le había colocado hasta once piezas de oro –entonces no había implantes–, lo que había supuesto un duro golpe para los ahorros familiares; pongamos que en las elecciones de febrero había votado al Frente Popular; pongamos que en aquel tórrido verano de 1936 estaba ultimando el viaje de vacaciones estivales al pueblo de su mujer; pongamos que a últimos de julio, una madrugada llamaron a su puerta y ante su asombro y el terror de su esposa, aquel grupo de falangistas y paisanos se lo llevaron en pijama; pongamos que tras un par de días en la cárcel, una tarde lo subieron a un camión y se lo llevaron a las colonias de Víznar, donde solo unos veranos antes sus niños habían disfrutado de unos días de descanso; pongamos que esa madrugada fue conducido caminando a punta de fusil, junto con otros nueve desgraciados, hasta el barranco cercano; pongamos que antes de que rayara el alba, maniatado, temblando de frío y de miedo, fue obligado a arrodillarse entre los pinos y allí recibió un disparo a bocajarro en la cabeza que acabó con su vida; pongamos que desde entonces y durante los últimos 88 años, primero su mujer y sus hijos y luego sus nietos, habían intentado infructuosamente conocer el paradero de sus restos; pongamos que en la primavera de 2024, un equipo de investigadores de la Universidad de Granada, que trabajaba en la zona donde Francisco fue asesinado, descubrió una fosa con restos de diez personas maniatadas y con disparos en la cabeza; pongamos que otra madrugada de finales de abril, otros miserables profanaban esa fosa, donde aún no habían terminado los trabajos de exhumación, destrozaban el cráneo de Paco y se llevaban su mandíbula con las once piezas de oro, que tanto habrían ayudado en la identificación de esos restos; pongamos que esos miserables intentaran vender las once piezas dentales de Paco, por las que no conseguirían más de 200 euros; pongamos que no es la primera vez que esas fosas del Barranco de Viznar, testigos mudos de aquella barbarie, han sido objeto de ataques; pongamos que en las cunetas y barrancos de este país quedan, no menos de 2200 fosas comunes que, 88 años después, aún sepultan a otros 114.000 Pacos… Pongamos que hay quien dice que dignificar esos restos es reabrir heridas.

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