Aromas y sabores

Un paseo por el Duero

  • Casi lo podíamos calificar como "el río de los vinos", ya que a lo largo de su cauce están algunas de las denominaciones vintícolas más reconocidas de España y Portugal

Una mirada del Duero

Una mirada del Duero / A. S.

El Duero (en portugués Douro) es el río más importante del noroeste de la Península Ibérica. Nace en la falda del Pico Urbión en Duruelo de la Sierra (Soria), a unos 2.160 metros sobre el nivel del mar y desemboca en el Océano Atlántico, en el estuario de Oporto, en Portugal. Tiene 897 kilómetros de largo, con 572 de recorrido en territorio español, 213 navegables por tierras portuguesas (canal de navegación del Duero) y 1.132 km. de carácter internacional, al coincidir con su curso la frontera entre ambos países.

Posee la mayor cuenca hidrográfica de la Península Ibérica. La parte española incluye territorios de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, Galicia, Cantabria, La Rioja, y Extremadura, aunque el 98 por ciento de la superficie corresponde a Castilla y León, comunidad que destaca por la producción de cereales así como por la producción de vinos de gran calidad. Administrativamente discurre por las provincias españolas de Soria, Burgos, Valladolis, Zamora y Salamanca, y los distritos portugueses de Braganza, Guarda, Vila Real, Viseu, Oporto y Aveiro.

La primera Denominación que nos encontramos es la archifamosa Ribera del Duero, cuyos vinos son representativos de la Marca España junto con Rioja. Se encuentra en una franja de la cuenca del Duero de unos 115 kilómetros de longitud, entre la confluencia de las provincias de Soria, Burgos, Segovia y Valladolid. Con tierras complejas y un clima severo, condiciones exclusivas que ofrecen, a gran altitud, una uva de excelente calidad y enorme valor. La uva más plantada es la Tempranillo, aquí llamada Tinta del País, aunque hay otras variedades tintas minoritarias. Las más de 300 bodegas de la Denominación y sus 2.500 marcas hacen de los vinos de la Ribera del Duero un puzle de sensaciones. Vinos sedosos, con o sin crianza en roble, rosados y tintos, con buena acidez y aromas de frutas del bosque, monte umbrío, balsámicos y de gran frescura.

Siguiendo nuestro viaje hacia el oeste nos encontramos la Denominación de Origen Rueda, en Valladolid, donde se producen vinos blancos (salvan, con la autóctona Verdejo y la minoritaria Sauvignon Blanc). Son vinos aromáticos, casi siempre sin paso por barrica (aunque hay cada vez más bodegas que están dando crianza a alguno de sus vinos Verdejo), con recuerdos en nariz a hinojo, flores blancas, herbáceos y notas minerales. Frescos, elegantes y con buena acidez que hacen que el gusto se prolongue largo tiempo en la boca.

La Denominación de Origen Toro se encuentra en el paso del Duero por la provincia de Zamora y, en menor medida, por Valladolid. La variedad reina es la Tempranillo, aquí llamada Tinta de Toro, aunque también hay Garnacha Tinta, y Verdejo y Malvasía Castellana (Doña Blanca) como blancas. Aunque se producen también rosados y, como he dicho, blancos, los vinos emblemáticos de la Denominación son los tintos, antes de mucha concentración y mucho alcohol, y desde unas décadas a esta parte, robustos pero con un equilibrio acidez-alcohol que los hace muy agradables. Con aromas de confitura de frutas rojas y negras, recuerdos de flores azules y ricos en glicerina, lo que hace un paso por boca fluido y un postgusto muy largo.

Y llegamos a la frontera, a la Denominación de Origen Arribes del Duero, entre las provincias de León y Salamanca. En este último tramo, el cauce se profundiza y profundiza, formando los llamados arribes, protegidos con la creación de los parques del Duero Internacional en Portugal y de Arribes del Duero en España. Se cultivan las variedades blancas Malvasía, Verdejo y Albillo, para los vinos blancos y Juan García, Rufete, Tempranillo, Mencía y Garnacha para la elaboración de tintos, que son los más elaborados y conocidos. Son vinos tintos con mucha personalidad, con aromas de ciruelas y grosellas maduras, especias como la vainilla, regaliz, balsámicos y ahumados. Unas características totalmente ligadas al entorno.

Cruzamos la frontera y llegamos a Portugal, donde el río cambia su nombre a Douro. La gran mayoría de sus vinos se elaboran a partir de uvas autóctonas (casi siempre plantadas en terrazas en las empinadas laderas del río) como la Touriga Nacional (muy parecida a nuestro Tempranillo), la Touriga Franca, Tinta Roriz, Tinta Barroca y Tinto Cao. Los vinos suelen ser un coupage entre varias de ellas, dando lugar a vinos complejos y de gran riqueza. Sus aromas recuerdan a frutas del bosque madfuras, ciruelas pasas, especias (pimienta, vainilla) y flores como la violeta. El 14 de diciembre de 2001 la región vitícola del Alto Duero, que cubre gran parte de su recorrido por Portugal fue catalogada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en la categoría de paisaje cultural.

Y llegamos a la desembocadura, en el estuario de Oporto, donde se elabora el mundialmente conocido vino de Oporto o simplemente Porto. En 1703, la firma del Tratado de Methuen entre Inglaterra y Portugal dio un mayor impulso al negocio de vino de Oporto al determinar que los vinos portugueses importados en Inglaterra debían pagar un tercio menos de impuestos de lo que pagaban los vinos franceses. El transporte fluvial y la adición de alcohol vínico cuando el vino está en proceso de fermentación para conseguir la estabilización de un vino que resistía las humedades de los largos trayectos marítimos del comercio de la época. En 1756, el Marqué de Pombal estableció el control estatal sobre este comercio y creó la primera denominación de origen del mundo, la del Vihno do Porto. Son vinos dulzones, fortificados, y riquísimos en matices, clasificados en varias categorías según su elaboración y su vejez.

Y así, desde su fuente a su desembocadura, dense un capricho y viajen por el Duero-Douro con una copa en la mano.

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